Según las principales religiones, el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios y no puede ser comparado con un objeto. Se establece la dignidad de cada persona y la igualdad de todos los seres humanos. La persona humana es un sujeto de derechos universales, inalienable desde su nacimiento.
Las religiones nos dicen que el hombre y la mujer son diferentes, pero que ambos han sido creados a imagen de Dios y, por tanto, son iguales. Reconocen la eminente dignidad de la mujer. La sexualidad se percibe como el encuentro entre el hombre y la mujer, pero la violencia puede transformar a uno de ellos en una especie de esclavo, reduciéndolo a un simple objeto de placer y no respetando su condición de ser humano.
Católicos, protestantes, ortodoxos, musulmanes, judíos, hindúes, etc., deben invitar a sus comunidades a movilizarse contra estos crímenes.
En todas las tradiciones religiosas, los valores compartidos inspiran a las comunidades religiosas a promover la paz y acabar con la explotación. En diciembre de 2014, los principales líderes religiosos se reunieron por primera vez en el Vaticano y firmaron un Manifiesto contra la Trata de Personas.
Todos ellos se unieron en una gran lucha interconfesional contra estos delitos y se comprometieron a implicar a sus comunidades en la erradicación de la esclavitud moderna.
"Juntos, en honor a nuestras tradiciones religiosas, reconocemos que la trata y la esclavitud moderna violan la creencia fundamental de que todas las personas son iguales y merecen la misma libertad, respeto y dignidad. En solidaridad con las víctimas y los supervivientes, nos comprometemos a inspirar la acción espiritual y práctica de todas las religiones del mundo para acabar con el abuso, la explotación y la trata en todas partes."
Declaración interconfesional, Roma, diciembre de 2014.